Metodología Vs Innovación tecnológica en la industria gráfica.
Podríamos decir que la
rentabilidad de la impresión en la industria gráfica orientada al packaging se apoya
cada vez más en pilares como la planificación, la calidad, el control de costes
o la sostenibilidad, pero la tendencia parece ser el focalizar los principales
esfuerzos solo en una parte, dando menor importancia al resto e ignorando de
manera consciente o inconsciente el hecho de que no existe la diferenciación ni
el éxito en el sector de la impresión de envase y embalaje si no se presenta al
cliente una buena combinación de esas cuatro cartas. De darse tal caso, es muy
probable que el esfuerzo acabe quedando reducido a un arriesgado tanteo a la
suerte y a una espera de que la competencia presente peores cartas que nosotros;
una decisión que vendría a ser uno de los primeros pasos para perder la batalla
de la competitividad.
En un sector tan diverso como el
del envase y embalaje, en el que existen tantos escenarios distintos y en el
que se presentan situaciones tan complejas, las empresas se enfrentan con un
reto fundamental en su camino hacia la mejora en la producción y el incremento
de los beneficios, ese reto es la eficiencia.
La eficiencia no es un concepto que
representa la fórmula fundamental que todo lo soluciona. De entrada, la “eficiencia”
supone un gran compromiso, el que debe aceptar quien se decide a afrontar el
reto de mejorar, de no permanecer estático y de desear cambiar las cosas para diferenciarse
de los demás. Compromiso en no conformarse, en esforzarse por la optimización
en los procesos y en buscar la manera de hacer más con lo que ya se tiene.
Las diversas innovaciones
tecnológicas que se han puesto al alcance de la industria de la impresión de
envase y embalaje en los últimos años, ya están en muchos casos por encima de
la preparación y capacidades del propio usuario. Es decir, quien utiliza estas
tecnologías no obtiene más rendimiento de ellas no porque las mismas tengan
limitaciones técnicas, sino porque no se implementan de manera correcta o
simplemente no hay una metodología adecuada en el trabajo.
El caso es que estamos en un
escenario nuevo del que parece que algunos aún no se han percibido. Atrás han
quedado aquellos tiempos en los que todo tenía un cierto margen de tolerancia
en el resultado. Se asumían variaciones o algunos defectos típicos en la
impresión basándolos en las limitaciones propias del sistema utilizado; “es una
característica o limitación propia del sistema que hay que aceptar”, se decía…,
y ciertamente era así. Pero esa situación ha cambiado definitivamente y ahora
el comprador de impresión no acepta escusas; exige el cumplimiento de sus
requisitos y estos deben garantizarse independientemente del sistema de
impresión con el que se haya llevado a cabo el trabajo. Todo un desafío para el
impresor.
Además… es que estamos ante un
mercado vivo, dinámico, exigente y complejo, muy complejo… Enfrentarse a todo ello
puede resultar y de hecho resulta, un verdadero calvario para el impresor
convertidor, quien a toda esa amalgama de dificultades se le añade la necesidad
de trabajar inmerso en una coyuntura muy difícil, en la que las presiones del
cliente y de la competencia, las cargas fiscales, las normativas medioambientales
o el incremento del precio de las materias primas hacen del conseguir la deseada
orden de fabricación, no digamos del obtener un margen de beneficio de ella, una
lucha encarnizada desde el principio hasta el final.
Pero no nos asustemos y volvamos
a lo de la eficiencia… A mí no se me ocurre otra alternativa mejor para luchar en
ese escenario infernal que el trabajar sin tregua por ser más “eficientes”. Ya
sé que suena a obviedad pero…, lo cierto es que la sensación que a algunos nos queda
cuando entramos en contacto con el sector es que ese planteamiento, que todos
reconocemos y al que todos nos confesamos entregados, no lo aplicamos después
en el día a día tanto como cabría esperar y acabamos engullidos por la mecánica
del querer fabricar, entregar y facturar el trabajo al cliente lo más rápido
posible, que no es de entrada una mala idea, siempre que evitemos que el precio
facturado acabe siendo más bajo de lo que debiera ser respecto del coste final
de producción .
Y así…, inmersos en la frenética
labor de no parar las máquinas en ningún momento, se va abandonando poco a poco
el buen análisis del trabajo o el saber cómo hemos realizado esa fabricación para
determinar si hay alguna grieta en nuestro modo de proceder por donde se nos
escapa algo tan importante como es la “rentabilidad”. Sí, sí… “rentabilidad”,
ese concepto nada baladí que determina si una empresa puede sobrevivir,
desarrollarse o crecer en el futuro.
Hagámonos un par de preguntas
sencillas y directas, ¿cómo gana dinero mi negocio?, ¿cuáles son las claves en
mi actividad que condicionan la rentabilidad en mi producción y mi
diferenciación en el mercado?. Si la producción de mi empresa estuviera basada en
un concepto de economía de escala, la probabilidad de obtener rentabilidad
aumentaría principalmente a medida que lo hiciera el volumen de trabajo; es
decir, interesaría básicamente crecer en volumen para que el coste medio
unitario de la fabricación bajara. Pero para el impresor convertidor de envase
y embalaje actual esa idea puede resultar poco sensata, puesto que la tendencia
desde hace años está claramente orientada a los tirajes cada vez más cortos y
esto tiene unas consecuencias directas en términos de coste. Puedes pretender
incrementar el volumen de trabajo, pero con un mayor número de entradas en
máquina que saturen la capacidad de producción de la planta no se conseguirá
necesariamente la reducción del coste unitario, como en el concepto de economía
de escala, sino un incremento de costes derivado de los mayores tiempos de
preparación, mermas, logística, etc.
Con lo cual, parece que la
situación nos lleva nuevamente a la mejora de procesos como el camino adecuado
para lograr esas ansiadas rentabilidad y diferenciación, sobre todo cuando se
tienen a disposición avances tecnológicos que bien entendidos y correctamente
implementados, conjuntamente con una adecuada formación del operario y una
correcta planificación, nos permitirán garantizar la calidad requerida en el
resultado, con un mayor control de los procesos, menor impacto en los objetivos
de sostenibilidad y por supuesto…, una reducción de los costos de producción
que tendrán un efecto positivo y directo en los márgenes generados.
Pero no nos dejemos llevar por
la confusión al respecto de las innovaciones tecnológicas. Es cierto que la
evolución de estas en los últimos años ha sido francamente extraordinaria;
tanto es así que no se ha introducido por completo una cuando ya ha surgido otra
evolución mejorada de ella. Y es evidente que, en una situación económica
difícil como la actual, el estar invirtiendo continuamente en nuevas tecnologías
se hace, cuando menos, una misión difícil. Como decía anteriormente, la
tecnología está hoy en muchas ocasiones por encima de las capacidades del
usuario y esto me da a entender que si las ventajas que ofrecen no están siendo
aprovechadas en su totalidad por una preparación limitada de quien las utiliza,
el destinar más recursos en otras nuevas posiblemente sea un derroche y un
riesgo. Siendo sensatos y puestos a invertir, merecería la pena hacerlo en
quienes deben encargarse de integrar esa tecnología a través de la formación y de
la especialización.
No olvidemos lo fundamental…, la
industria gráfica está para generar valor y obtener beneficio, y esto en la
práctica lo hacen las personas. Si mis capacidades, conocimientos y experiencia
son insuficientes para el reto que debo afrontar, el hecho de que utilice las
mejores y más caras herramientas no me va a hacer necesariamente mejor, ni
garantizará el éxito en esa labor. Sin embargo y he aquí la cuestión…, si mis
capacidades y conocimientos son apropiados y están al nivel que exige la nueva tecnología
que voy a emplear, esto me permitirá aprovechar al máximo sus prestaciones y obtener
el rendimiento en producción que se precisa. Equilibrar ambas cosas es la
clave.
Estamos viviendo tiempos de
cambios en el sector gráfico y la capacidad de adaptación ante los nuevos retos
es el gran desafío. Esa adaptación pasa por introducir mejoras tecnológicas
pero acompañadas de procedimiento para ser más eficientes en calidad y coste. En
base a esto, los responsables de producción y sus operarios deben estar
capacitados para gestionar los procesos de la manera precisa, controlando
resultados, focalizando los esfuerzos en optimizar el funcionamiento de los
recursos e implementando metodología para establecer estándares que partan de
puntos de referencia válidos y medibles. Esta es la industria gráfica de hoy,
una industria viva, dinámica, exigente y compleja, pero con grandes
oportunidades de futuro que exigen fuertes disciplinas que afrontar para todos
los profesionales que vivimos de ella.
MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN
Consultor en Artes Gráficas.
Agente Técnico y Comercial
mabeltranrivera@gmail.com
Tel. +34667265774
BARCELONA
(España)
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