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lunes, 7 de abril de 2014

Metodología Vs Innovación tecnológica en la industria gráfica.


Podríamos decir que la rentabilidad de la impresión en la industria gráfica orientada al packaging se apoya cada vez más en pilares como la planificación, la calidad, el control de costes o la sostenibilidad, pero la tendencia parece ser el focalizar los principales esfuerzos solo en una parte, dando menor importancia al resto e ignorando de manera consciente o inconsciente el hecho de que no existe la diferenciación ni el éxito en el sector de la impresión de envase y embalaje si no se presenta al cliente una buena combinación de esas cuatro cartas. De darse tal caso, es muy probable que el esfuerzo acabe quedando reducido a un arriesgado tanteo a la suerte y a una espera de que la competencia presente peores cartas que nosotros; una decisión que vendría a ser uno de los primeros pasos para perder la batalla de la competitividad.
En un sector tan diverso como el del envase y embalaje, en el que existen tantos escenarios distintos y en el que se presentan situaciones tan complejas, las empresas se enfrentan con un reto fundamental en su camino hacia la mejora en la producción y el incremento de los beneficios, ese reto es la eficiencia.
La eficiencia no es un concepto que representa la fórmula fundamental que todo lo soluciona. De entrada, la “eficiencia” supone un gran compromiso, el que debe aceptar quien se decide a afrontar el reto de mejorar, de no permanecer estático y de desear cambiar las cosas para diferenciarse de los demás. Compromiso en no conformarse, en esforzarse por la optimización en los procesos y en buscar la manera de hacer más con lo que ya se tiene.
Las diversas innovaciones tecnológicas que se han puesto al alcance de la industria de la impresión de envase y embalaje en los últimos años, ya están en muchos casos por encima de la preparación y capacidades del propio usuario. Es decir, quien utiliza estas tecnologías no obtiene más rendimiento de ellas no porque las mismas tengan limitaciones técnicas, sino porque no se implementan de manera correcta o simplemente no hay una metodología adecuada en el trabajo.
El caso es que estamos en un escenario nuevo del que parece que algunos aún no se han percibido. Atrás han quedado aquellos tiempos en los que todo tenía un cierto margen de tolerancia en el resultado. Se asumían variaciones o algunos defectos típicos en la impresión basándolos en las limitaciones propias del sistema utilizado; “es una característica o limitación propia del sistema que hay que aceptar”, se decía…, y ciertamente era así. Pero esa situación ha cambiado definitivamente y ahora el comprador de impresión no acepta escusas; exige el cumplimiento de sus requisitos y estos deben garantizarse independientemente del sistema de impresión con el que se haya llevado a cabo el trabajo. Todo un desafío para el impresor.
Además… es que estamos ante un mercado vivo, dinámico, exigente y complejo, muy complejo… Enfrentarse a todo ello puede resultar y de hecho resulta, un verdadero calvario para el impresor convertidor, quien a toda esa amalgama de dificultades se le añade la necesidad de trabajar inmerso en una coyuntura muy difícil, en la que las presiones del cliente y de la competencia, las cargas fiscales, las normativas medioambientales o el incremento del precio de las materias primas hacen del conseguir la deseada orden de fabricación, no digamos del obtener un margen de beneficio de ella, una lucha encarnizada desde el principio hasta el final.
Pero no nos asustemos y volvamos a lo de la eficiencia… A mí no se me ocurre otra alternativa mejor para luchar en ese escenario infernal que el trabajar sin tregua por ser más “eficientes”. Ya sé que suena a obviedad pero…, lo cierto es que la sensación que a algunos nos queda cuando entramos en contacto con el sector es que ese planteamiento, que todos reconocemos y al que todos nos confesamos entregados, no lo aplicamos después en el día a día tanto como cabría esperar y acabamos engullidos por la mecánica del querer fabricar, entregar y facturar el trabajo al cliente lo más rápido posible, que no es de entrada una mala idea, siempre que evitemos que el precio facturado acabe siendo más bajo de lo que debiera ser respecto del coste final de producción .
Y así…, inmersos en la frenética labor de no parar las máquinas en ningún momento, se va abandonando poco a poco el buen análisis del trabajo o el saber cómo hemos realizado esa fabricación para determinar si hay alguna grieta en nuestro modo de proceder por donde se nos escapa algo tan importante como es la “rentabilidad”. Sí, sí… “rentabilidad”, ese concepto nada baladí que determina si una empresa puede sobrevivir, desarrollarse o crecer en el futuro.
Hagámonos un par de preguntas sencillas y directas, ¿cómo gana dinero mi negocio?, ¿cuáles son las claves en mi actividad que condicionan la rentabilidad en mi producción y mi diferenciación en el mercado?. Si la producción de mi empresa estuviera basada en un concepto de economía de escala, la probabilidad de obtener rentabilidad aumentaría principalmente a medida que lo hiciera el volumen de trabajo; es decir, interesaría básicamente crecer en volumen para que el coste medio unitario de la fabricación bajara. Pero para el impresor convertidor de envase y embalaje actual esa idea puede resultar poco sensata, puesto que la tendencia desde hace años está claramente orientada a los tirajes cada vez más cortos y esto tiene unas consecuencias directas en términos de coste. Puedes pretender incrementar el volumen de trabajo, pero con un mayor número de entradas en máquina que saturen la capacidad de producción de la planta no se conseguirá necesariamente la reducción del coste unitario, como en el concepto de economía de escala, sino un incremento de costes derivado de los mayores tiempos de preparación, mermas, logística, etc.
Con lo cual, parece que la situación nos lleva nuevamente a la mejora de procesos como el camino adecuado para lograr esas ansiadas rentabilidad y diferenciación, sobre todo cuando se tienen a disposición avances tecnológicos que bien entendidos y correctamente implementados, conjuntamente con una adecuada formación del operario y una correcta planificación, nos permitirán garantizar la calidad requerida en el resultado, con un mayor control de los procesos, menor impacto en los objetivos de sostenibilidad y por supuesto…, una reducción de los costos de producción que tendrán un efecto positivo y directo en los márgenes generados.
Pero no nos dejemos llevar por la confusión al respecto de las innovaciones tecnológicas. Es cierto que la evolución de estas en los últimos años ha sido francamente extraordinaria; tanto es así que no se ha introducido por completo una cuando ya ha surgido otra evolución mejorada de ella. Y es evidente que, en una situación económica difícil como la actual, el estar invirtiendo continuamente en nuevas tecnologías se hace, cuando menos, una misión difícil. Como decía anteriormente, la tecnología está hoy en muchas ocasiones por encima de las capacidades del usuario y esto me da a entender que si las ventajas que ofrecen no están siendo aprovechadas en su totalidad por una preparación limitada de quien las utiliza, el destinar más recursos en otras nuevas posiblemente sea un derroche y un riesgo. Siendo sensatos y puestos a invertir, merecería la pena hacerlo en quienes deben encargarse de integrar esa tecnología a través de la formación y de la especialización.
No olvidemos lo fundamental…, la industria gráfica está para generar valor y obtener beneficio, y esto en la práctica lo hacen las personas. Si mis capacidades, conocimientos y experiencia son insuficientes para el reto que debo afrontar, el hecho de que utilice las mejores y más caras herramientas no me va a hacer necesariamente mejor, ni garantizará el éxito en esa labor. Sin embargo y he aquí la cuestión…, si mis capacidades y conocimientos son apropiados y están al nivel que exige la nueva tecnología que voy a emplear, esto me permitirá aprovechar al máximo sus prestaciones y obtener el rendimiento en producción que se precisa. Equilibrar ambas cosas es la clave.
Estamos viviendo tiempos de cambios en el sector gráfico y la capacidad de adaptación ante los nuevos retos es el gran desafío. Esa adaptación pasa por introducir mejoras tecnológicas pero acompañadas de procedimiento para ser más eficientes en calidad y coste. En base a esto, los responsables de producción y sus operarios deben estar capacitados para gestionar los procesos de la manera precisa, controlando resultados, focalizando los esfuerzos en optimizar el funcionamiento de los recursos e implementando metodología para establecer estándares que partan de puntos de referencia válidos y medibles. Esta es la industria gráfica de hoy, una industria viva, dinámica, exigente y compleja, pero con grandes oportunidades de futuro que exigen fuertes disciplinas que afrontar para todos los profesionales que vivimos de ella.

MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN
Consultor en Artes Gráficas.
Agente Técnico y Comercial
mabeltranrivera@gmail.com
Tel. +34667265774
BARCELONA (España)